¿Si el ser humano dejara de existir, lo extrañaría el planeta?
La presencia del ser humano sobre la tierra ha generado, después de un largo debate académico, la configuración de un momento geológico identificado como «Antropoceno». Este nombre corresponde a la configuración de la humanidad como «agente geológico», es decir, como factor determinante en la recomposición del orden en el sistema Tierra, gravemente alterado por la acción «civilizatoria» de la humanidad.*
Ante la catástrofe, la exigencia de una nueva conciencia. El surgimiento de una conciencia sobre el tiempo presente y el conocimiento de la «historia profunda» está relacionada con una necesidad doble: a) entender al ser humano como especie integrante de la totalidad ambiental, y b) comprender la caracterización del ser humano como agente geológico y, desde luego, las implicaciones de esta caracterización. Entre las décadas de 1980 y 1990 el mundo comenzó a reflexionar sobre el cambio climático y sus efectos. Pensar el cambio climático desde la historia del conocimiento permitió plantear algunas preguntas clave: ¿cómo se transformó el «calentamiento global» en un campo disciplinar de relevancia académica?, ¿por qué ha enfrentado resistencias su reconocimiento como determinante ambiental?, «¿Cómo la crisis del cambio climático interpela nuestro sentido sobre los “universales humanos” al tiempo que desafía nuestra capacidad de entendimiento histórico?».[1]
La crisis ambiental actual es producto de un desarrollo histórico de larga duración. Los efectos climáticos que actualmente se expresan en forma de fenómenos meteorológicos catastróficos son producto de la acción humana sobre el mundo, son, pues, fenómenos «man-made» (idem), a partir del reconocimiento de este hecho Chakrabarty plantea cuatro tesis: 1) las explicaciones antropocéntricas del cambio climático desmontan la distinción entre historia natural e historia humana (todo está relacionado); 2) la idea del Antropoceno (ser humano como agente geológico) permite establecer un análisis cualitativo de la historia humana (lo que permite observar que el desarrollo de los procesos históricos tiene implicaciones globales); 3) la hipótesis del Antropoceno requiere poner la historia global del capitalismo (en tanto que modelo civilizatorio [político-cultural-económico] dominante) en conversación con la historia de las especies (comprensión de lo humano como parte de la totalidad de la existencia ambiental); 4) la historia de las especies y la historia del capital están vinculadas.
El cambio climático ejemplifica la imbricación «cultura y naturaleza» (aunque no es el único factor determinante de la crisis). La modernidad civilizatoria ha privilegiado el capitalismo como modelo de producción dominante y la acumulación como horizonte de sentido prioritario; estas características de la cultura moderna se han traducido en una carrera incesante para dar continuidad a los procesos de producción y ampliar los niveles de consumo que impactan directamente en el equilibrio ambiental, de este modo, parece justificado decir que los seres humanos, a través del modelo civilizatorio dominante, se han convertido en «agentes geológicos de cambio» en los procesos físicos de la Tierra».
La caracterización del «ser humano» como «agente geológico» es un elemento clave —me parece— para entender la crisis ambiental. Pero, ¿qué implica la idea de «agencia». Si el ser humano se caracteriza como «agente geológico», ¿está confinada su actuación dentro de un campo específico?, ¿el ser humano podría sustraerse o suspender la reproducción del habitus civilizatorio? Me parece que la discusión del concepto sería importante para profundizar en el entendimiento del «Antropoceno» y sus implicaciones.
Iván Escoto
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