Aprovechar la tierra: otras formas de mirar
Organismos internacionales como Naciones Unidas (a través de la UNESCO) han identificado regiones del mundo en las que los efectos del Antropoceno se han traducido de manera grave en espacios de materialización del cambio climático. A estas regiones se las identifica como «líneas de frente», es decir, «zonas especialmente vulnerables que experimentan dramáticas transformaciones ecológicas».[1]
Así, ante la necesidad de encontrar alternativas, a los análisis y propuestas de la ciencias y la política internacional, se integra la posibilidad de aprender del conocimiento tradicional (traditional environmental knowledge): formas de cuidado, conservación, gestión y comprensión de la naturaleza, no como objeto explotable, sino como sujeto con el que se cohabita. La incorporación de estas perspectivas ‘otras’ al discurso dominante y, sobre todo, a la práctica cotidiana de las sociedades occidentalizadas requeriría una revalorización de las culturas del sur global a la par que una transformación de la cultura dominante en el norte global, fundamentalmente vinculada al capitalismo salvaje.
En oposición a las prácticas de explotación intensiva de los conglomerados agroindustriales, por señalar un ejemplo, se hallan los saberes tradicionales de las Islas Torres, caracterizadas en torno a la idea de agrosilvicultura, que «busca poner de relieve “las prácticas agrícolas que logran la integración de los árboles con las plantas comestibles, ya sea a través de cultivos asociados (cultivos que crecen en estrecha yuxtaposición a los árboles) o por medio de la agricultura migratoria (cultivos que crecen de un árbol en barbecho)”».[2] Este modelo de producción de alimentos resulta de gran adaptabilidad e inserción no invasiva en el ambiente.
En necesario romper con los enfoques universalistas y la caracterización de las regiones isleñas del mundo como ambientes pasivos y vulnerables.[3] Mientras la lógica occidental, fundada en el capitalismo exige cada vez mayor productividad, para los pueblos de las Islas Torres (parte de la Melanesia) la lógica del aprovechamiento de la tierra está conectada a la idea de respeto y conservación, lo que se sintetiza en el concepto de neterate que guía la transmisión del uso de la tierra por herencia matrilineal y distribuye los riesgos de la siembra a partir de un proceso de rotación de cultivos para garantizar la «salud de los diferentes tipos de suelo y, por extensión, de los huertos»,[4] en un planteamiento ético epistemológico que tiene una importancia considerable para el diseño de la política ambiental. Esta visión político ambiental podría resumirse en una noción opuesta a la del consumo, es decir, un sentido de moderación ambiental sustentado sobre una concepción de persona específica consciente de su relación con el medio y de las «transformaciones constantes a las que el ambiente está sujeto».[5]
Los pueblos de la Melanesia Insular cuentan con recursos tecnológicos y enfoques éticos de gran sofisticación que les permiten adaptarse a los cambios desde sus pensamientos, por ende, la idea de colocarlos en el papel de sujetos vulnerables es una expresión que refuerza la colonialidad proyectada, quizá, para dar continuidad a la explotación.
Iván Escoto
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